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viernes, abril 19, 2024
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DON AGUSTÍN RIVERA SANROMÁN UNA OVEJA NEGRA EN LA FAMILIA SANROMÁN.

Parte 4

(NP).- La denuncia citada por Cambre y por el propio Rivera, señalaba: «La comandancia militar de Guadalajara, con la fecha del 19 de Julio, de 1859, manifestó al señor obispo de la Diócesis que la prefectura tenía datos de que varios eclesiásticos así seculares como regulares, residentes en dicha ciudad tomaban parte mas o menos directa en las maquinaciones de los Liberales ya formando juntas clandestinas, ya recibiendo comunicaciones de los constitucionalistas ya asociándose con los conspiradores y vertiendo especies alarmantes, que en esos eclesiásticos eran los sigiuientes: Dr. Don Fernando Díaz García (PREVENDADO) Licenciado Don José Luis Verdía (Canónigo) Dr. Don Agustín Rivera, Dr. Don Manuel Escobe, cura Don Norberto Guerrero, Cura Don Ignacio Castro, presbitero don Antonio Sánchez, presbitero don N. Delgadillo, Fray Guadalupe Muro, Fray Macedonio Benitez y Fray Rosa Angel. Contestó el obispo Don Pedro Espinoza que estaba muy al tanto de los inculpados que en cuanto a los demás ya dictaba las providencias propias del caso .
En pie de nota de su libro Anales Mexicanos la reforma y segundo imperio Rivera comenta que uno de los que no creyó el Obispo don Pedro Espinoza que estaba conspirando contra la causa conservadora, era el cura Norberto Guerrero quien sin embargo «levantó una tropa y militó bastante tiempo a la cabeza de ella en el territorio de Tepic, contra el reaccionario Lozada» señala Rivera. El Padre Rivera optó por poner tierra de por medio y cumplir uno de sus sueños de viajar por Europa como acostumbraban los miembros de la élite mexicana, solicitando para el efecto una licencia para la mitra, que le fue concedida y entregada en Enero de 1860, pues desde noviembre del año anterior ya cargaba con el desafecto del Obispo Pedro Espinoza y el alto clero de Guadalajara.
En una carta escrita por el Dr. Rivera a su tío y protector desde tiempos estudiantiles en el seminario consiliar tridentino el padre Cástulo Sanromán Padilla en el que afirmaba dramáticamente que : «(….) han pasado tantas cosas y he sufrido tanto que deseo mucho hablar con usted, no había escrito porque tengo una deuda con mi tío Clemente y otra con mi tío Teófilo contraída el año pasado a consecuencia de mis trastornos y no hallaba que decirles pero mis circunstancias son cada día más malas y me he resuelto a suplicarle me ha haga favor de esperarme un poco. Hace más de un año que me está dando Dios buenos palos».
Dicen que las malas noticias no vienen solas y por si fuera poco ese mismo problemático año para el Dr. Rivera le destruyeron la casa de su madre y de la familia Rivera Sanromán en Guadalajara, en el asalto a Guadalajara iniciado el 27 de Octubre de 1860, las tropas juaristas demolieron para construir la torre de Malakoff la enorme mansión que su madre Eustacia Sanromán Padilla había comprado en Guadalajara ubicada a espaldas del convento de Santo Domingo valuada en 5 mil pesos.
Un alicaído Rivera quiso viajar a Europa pero se enfermó y no logró, retornó a Lagos a partir de Abril de 1861, hasta noviembre de 1866 fue capellán de la Hacienda de Zurita, propiedad de su rico tío Cástulo Sanromán Padilla, capellán del Convento de Capuchinas que había recibido una fabulosa herencia en 1850 de su tía doña Vitala González de Sanromán tía del Dr. Agustín Rivera Sanromán, que fue sobrina del ilustre doctor Don Toribio González y Ramírez, séptimo rector de la real y literaria Universidad de Guadalajara secretario y brazo derecho del obispo Juan Cruz de Cabañas, diputado a las cortes de Cádiz y miembro de la diputación provincial que erigió el estado de Jalisco y quien precidió la junta legislativa durante el imperio mexicano de Agustín de Iturbide. Este personaje hubiera sido el indudable sucesor del Obispo Cabañas pero en 1825 se volvió loco muriendo en 1839.
Sobre esa época difícil de persecución y ostrasismo, para Rivera, a consecuencia de sus ideas liberales, él mismo escribió: «de 1861 a 1866 algunos vecinos de Guadalajara que habían sido mis émulos en la carrera eclesiástica, hablaban con sonrisa de mi ostrasismo en Lagos, de que yo no pasaba de triste capellán de una Hacienda, mientras ellos habían ascendido en la carraera eclesiástica, en efecto, en los cinco años que fuí capellán del Salto de Zurita, yo andaba con mis chivarras mi sombrero de muy anchas altas y mi capote de hule sufriendo fuertes soles y aguaceros… Mis émulos no contaban con la huespeda que yo estaba estudiando y escribiendo mucho. En la década de 1870 a 1880 en que yo comencé a mandar mis libros a Guadalajara Gutiérrez Guevara y demás émulos comenzaron a abrir tanto los ojos y a decir algunos amigos suyos que lo eran también míos, «Díganle a Agustín Rivera que me mande su compendio de la Historia Antigua de Grecia, su compendio de la Historia Antigua de Roma, sus cartas sobre Roma etc., porque aquí en Guadalajara a todos les agradan sus libros, yo les mandaba un cuerno …

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