Cada día que pasa nos damos cuenta, de que la paz en la tierra se encuentra más distante, pese a los adelantos técnicos, en cuestión de moral los humanos parece que hemos retrocedido a la época de las cavernas, y con la mayor tranquilidad del mundo miramos que el hombre destruye a hombre en nombre del orden y de la paz.
Esto nos recuerda cuando los inquisidores en el nombre de Dios quemaban a sus semejantes.
Según los datos proporcionados por los beligerantes, son miles de toneladas de potentísimas bombas explosivas de una potencialidad hasta ahora desconocida, y vemos miles de niños destrozados por las mortíferas armas modernas, ante esta destrucción masiva preguntamos en nuestra ignorancia si lo que está pasando en el oriente medio no se puede llamar «Crimen de lesa humanidad», armas que hace unas décadas solo en los cuentos de ficción mirábamos, ahora las están experimentando en las arenas del desierto y en las ciudades en donde un tozudo dictador se ha empecidano en resistir a un enemigo más poderoso que él.
Un filósofo Indú dijo hace siglos, «Qué el gobernante que no puede defender a su pueblo no merece gobernar», recordamos cuando finalizó la segunda guerra mundial cuantos votos se hicieron en favor de la paz, pero en unos cuantos años, se olvidaron las terroríficas escenas de los bombardeos aéreos y de los campos de concentración y volvieron las guerras en diferentes puntos estratégicos del globo terráqueo.
Miles de jóvenes de diferentes nacionalidades murieron cumpliendo las órdenes de sus respectivos jefes,los que nunca sufren ningún daño, pues ellos están a buen resguardo, como quien juega una partida de Ajedrez.
Los antiguos monarcas por poderosos que fueran, capitaneaban a sus huestes guerreros y muchos de ellos ponían el ejemplo de valor arrojo y en los asaltos a las fortalezas del enemigo, y no fueron pocos los que murieron en los campos de batalla. Por tal motivo lo pensaban antes de entrar en guerra con sus vecinos.
Durante la segunda guerra mundial, un comité de la iglesia presbiteriana lanzó en los Estados Unidos de América el siguiente mensaje. «Mientras el pecado impere en la vida nacional, la guerra será la regla imperante en los consejos nacionales, si las naciones no están en paz con Dios, por lo mismo no pueden estar en paz unas con otras».
Ninguna nación sobre la tierra ha aceptado la universal ley divina del amor, todas han puesto el egoismo primero y por eso riñe, Linconl dijo, cuando la guerra civil sacudió a su país. «La razón de la guerra es que nos hemos olvidado de Dios».
Un senador americano declaró a la prensa durante la segunda guerra mundial, «Durante los últimos diez años nuestra nación se ha empobrecido y sufrido una gran depresión, porque exceptuando a los fabricantes de armas que son unos cuantos, la gran masa del pueblo ha ido perdiendo mucho de lo que antes tenía y a la pérdida económica ha correspondido también una pérdida en la piedad y en las buenas costumbres.»
Ante todos estos pensamientos de grandes personalidades, que hemos expuestos creemos que el principal flagelo de la humanidad es la guerra, que además de matar a miles de inocentes empobrece a los pueblos y a nadie beneficia, exceptuando como ya se dijo a quienes venden armas.
Felizmente nuestra patria, gracias a los esfuerzos de nuestros gobernantes ha vivido varias décadas de paz y progreso, pues a pesar de lo que digan los escépticos, actualmente se goza de prestaciones que nuestros abuelos ni siquiera lo soñaron, siendo uno de los más importantes, la atención que en cuestión de salud reciben millones de niños y ancianos, los que en pasadas décadas morían sin que los asistiera un médico, otro renglón muy importante, es la educación gratuita, y obligatoria y otras cosas que todos disfrutamos y nos consta.
No vamos a decir que vivimos en «jauja», pero los que conocimos las condiciones de vida, que hubo en el México de la tercera y cuarta década de nuestro siglo, podemos constatar que se han obtenido muchos logros sociales, siendo el principal de ellos la Paz…