La vida es una rueda de la fortuna que unas veces está arriba y otras veces está abajo y para cuando Benito Juárez venía bajando de pastorear ovejas en la sierra de Ixtlan, Antonio López de Santa Anna ya era un soldado hecho (aunque quizá no muy derecho) y tenía en su haber varias muchas contiendas. Era nada menos que una estrella en ascenso.
Juárez, por otro lado, era mozo de casa donde los Maza, familia ultramontana de Oaxaca y padres adoptivos de Margarita, quien después sería su esposa.
Es en esta casa donde Juárez, el mozo vestido de manta y descalzo, serviría la mesa para su Alteza Serenisima Don Antonio López de Santa Anna que iba en sus botas altas de General.
Hecho que le dejaría el ego herido de por vida.
Pero el destino, siempre partidario del buen humor, puso las cosas en su lugar.
Juárez terminaría sus días en los finos zapatos de primer mandatario y Santa Anna sin una pierna y en el olvido.
El otro señor Aguirre