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EN 1903 SE INSTAURAN LOS JUEGOS FLORALES DE LAGOS DE MORENO

 

(NP).- Fue el 7 de junio del año 1903 cuando se establecieron los Juegos Florales en Lagos de Moreno, que a tantos hombres de letras han laureado, fijándose como sede para la justa literaria el Teatro José Rosas Moreno.
En esa ocasión el escritor Francisco González León, obtuvo el primer premio con su composición “Pleito Homenaje” mientras que el poeta Moreno Oviedo fue laureado con Flor Natural por su poema “He Vencido la Jornada”.
Francisco González León nace y muere en Lagos de Moreno, Jalisco (1862-1945). Profesor de Farmacia, graduado en Guadalajara, se aficionó a las letras en la librería que tuvo su padre.
Él mismo convirtió su botica, en la plaza principal del pueblo, en centro de reunión y cenáculo literario. Dio clases de castellano, literatura y francés en el liceo del padre Miguel L. Guerra.
Ganó en 1903, con Pleito homenaje, el primer lugar de los Juegos Florales de su ciudad. Publicó Megalomanías (1908), Maquetas (1908), Campanas de la tarde (1922), De mi libro de horas (1937) y Agenda (1946).
Dice de él Antonio Castro Leal (La poesía mexicana moderna, México, 1953): «Las tranquilas emociones, los recuerdos repasados en la soledad y las impresiones repetidas todos los días acabaron por labrar el cauce por donde habría de correr una poesía serena, evocadora, sencilla. Contempla con amor su sencillo mundo provinciano y logra convertir esa contemplación en un temblor lírico.
Su originalidad —decía Ramón López Velarde— es la verdadera originalidad poética: la de las sensaciones.»
Este es uno de sus tantos Poemas que escribiera el primer ganador de los Juegos Florales en el Teatro José Rosas Moreno, Francisco González León.

Ciudad encantada

Al sonar el esquilón
se escaparon del gran cubo de la torre
las palomas que allí tienen su reunión.

Invisible alguna cuerda
voltijea la campana,
lenta…
lenta…
y es tan alta la alta torre,
y es el vuelo tan de rondas vagarosas,
que en lo azul del tardo cielo
las palomas más parecen mariposas.

La ciudad callada y sola;
la tibieza del ambiente;
lo apocado de lo arcano…

Y esta especie de cansancio
que es acaso como el alma silenciosa
de esta tarde de verano.
Todo es mudo y todo es viejo.
El espíritu se amedrenta y se anonada.

En las calles y en las plazas
tal no hay nadie,
tal no hay nada,
que la ciudad se parece
a una ciudad encantada.
(De mi libro de horas)

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