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EL INICIO DEL NUEVO CICLO ESCOLAR, ALLÁ EN LOS 70´S…

Tener un nuevo ciclo escolar en puerta era sinónimo de nuevas aventuras, atrás habían quedado los días felices del verano, poco a poco el otoño se anunciaba y las tardes se vestían de tranquilidad, en una serena y pálida forma de ver caer las hojas de los árboles, era tiempo de regresar a clases y esto implicaba dejar guardados los recuerdos en tu mente para dar paso entonces a la no muy agradable tarea de aguantar los duros, sí, entonces muy duros regaños de la maestra, eran normalmente maestras, vaya el conservar la disciplina tenía como auxiliar casi siempre una vara de membrillo entonces tan socorridas en dichos años y nadie objetaba nada.
Ya en la vieja banca de atrás estaba tu cuate, aquel cuya aparición por coincidencia se daba justo detrás de tu banca y entonces las cosas tomaban otro tinte, porque la complicidad de juegos, travesuras y un mil de formas de vivir la escuela se daba en otro sentido, era simplemente otro mundo.
Con tristeza y un dejo de ni modo, nos enteramos de fulano como el burro del salón al final esas viejas libretitas azules en donde se plasmaba la calificación final se entregaron a las madres de familia, no había juntas cada mes por no requerirlo el caso, se les citaba dos veces por año, el diez de mayo para el festival y el 30 de junio para la entrega de calificaciones, punto lo demás era conocido te portabas mal te disciplinaban a reglazos, o varazos luego te portabas bien te felicitaban el fin de ciclo y se acabó.
La forma de llevar el orden correspondía a la maestra a nadie más, ella sabía la mejor manera de controlarte sin andar preguntando si estaban de acuerdo los papás o no, sin consultar psicólogos en esos tiempos tan escasos y faltos de trabajo.
Entonces la historia comenzaba de nuevo, la cantaleta según el grado en que estuvieras se escuchaba hasta la calle, no importaba el grado, estabas estudiando y repitiendo lo escrito en el viejo pizarrón verde y lleno de gis con los interminables apuntes o bien con todo su espacio lleno de operaciones básicas y a trabajar, se enseñaba a leer, escribir y hacer cuentas muy bien, las calculadoras no existían y se trabajaba esforzando la memorización.
Los héroes nacionales los debías de traer al dedillo, y más al padre Hidalgo, no se permitían errores en la participación de Honores a la Bandera y era de cajón si o sí ir lleno de brillantina los lunes reluciendo los zapatos lustrados a crema y grasa y cepillado, además de guardar en la vieja lonchera de lámina muy bien la torta de huevo.
Luego, el otoña te marcaba estar preparado, porque la tarde entregaba hojas secas, hojas muertas, hojas amarillentas de los viejos árboles en donde tú poco a poco ibas intuyendo el muy cerca fin de un año más, y pese a haber iniciado el ciclo de llevar apenas el mes de septiembre sabías por intuición la llegada poco a poco de esas fechas tradicionales en donde se dejaba claro como un largo año estaba por culminar.
El regreso a clases implicaba igual el estreno de tu pantalón nuevo del uniforme, zapatos y los útiles nuevos, te dejaba ese increíble olor a cosa nueva de la escuela, grabándote desde el primer día las reglas de la maestra, «ella era la que tenía el mando».
Tener 7, 8, o 9 años era increíble, no requerías nada más para ser feliz, sabias de tus obligaciones y el resto del tiempo cuando la noche caía pronto te indicaba poder jugar a la roña, los encantados, el trompo y luego contar cuentos de terror, porque el tiempo así lo ameritaba, nadie te cuidaba, y el grito de tu madre llamándote a casa era casi como una serie de fichas de dominó una detrás de la otra en cuestión de las señoras, pues al primer grito, parecían ponerse de acuerdo, y los minutos de diferencia entre un grito y otro llamando a sus vástagos a casa para cenar y dormir no era muchos, entonces y solo entonces comprendías la terminación de un día más y al siguiente volver a comenzar, cierto, era una rutina, no había mucho por hacer, pero era de lo mejor porque esa rutina te marcó y te hizo ser un niño feliz porque eras totalmente libre y la calle, ah la bendita calle te arropaba sin peligro alguno, era septiembre, era el casi el otoño, era por así decirlo la felicidad gratis para todos…

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