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ESOS VIEJOS FOGONES DE LEÑA EL AYER EN LA COCINA LAGUENSE…

Tiempo hubo en aquellos ayeres donde la mujer era muy dedicada a estar en la cocina cuando las cosas no llegaban a tanta tecnología como lo es ahora un horno de micro ondas, porque entonces ayer en los años mozos del siglo pasado a mitad para ser precisos toda buena cocina que se preciara de serlo debería tener en su esquina un fogón.
Dicha construcción con base de adobe a manera de cuadro terminación en cono, amplia chimenea y mejor conservación de calor servía a modo de auxiliar de cocina ya bien equipada de petróleo o leña como quiera que fuese.
En esos tiempos la mañana transcurría dentro de un lento caminar del tiempo de esos en donde la vieja olla de barro servía para los frijoes en la lumbre durante toda la mañana, quien sabe como hacían las señoras de antaño para ingeniar el modo de tener en dicho lugar una olla a pie de llama cocinado el muy mexicano alimento, pero durante el día el pavilo de lumbre acompañaba la vieja vasija para la mitad del día comenzar con el hervor.
Eran horas de estar en dicho lugar no ocupado por cierto para otra cosa en la mañana que no fuera echar las gordas como popularmente se le dictaba al arte de tortear o hacer las tortillas mano, por ello la gente solía identificarse de plena manera pues no todas las mujeres sabían de este arte eran las más veteranas por no decirles viejas las que se encargaban de esta labor, las más jóvenes iban aprendiendo de ver de preguntar de estar ahí en la cocina.
Pero los viejos fogones tuvieron esos muy buenos momentos de excelentes historias, en ellos se quedó impregnado la receta mágica de la abuela para el pozole, para los tamales, para la birria incluso cuando por puro gusto en un domingo se preparaba con un gordo animal ya fuera chivo o borrego para compartir entre la familia, eran los tiempos de las largas pláticas amenizadas de vez en vez con el tequila y luego una guitarra para entre familia tener una tarde de esparcimiento la cual no se alargaba más de las 8 de la noche por que ya era tarde.
Pero esos viejos lugares en donde igual el llamado nixtamal o maíz para las tortillas terminaba su día entre el ajetreo de la tarde gris o noche joven, igual daba para tener muchas historias, de esas mágicas narradas por los antiguos como ciertas, por haberse dado en forma coincidente dicho suceso, es decir tener esto es haber encontrado dinero, monedas de oro según decían algunos, en tal o cual lugar, en tal o cual casa, don fulano, de quien juraban su fortuna provenía de eso de haber hallado en el fogón talegas de oro de cuero ya roido por el tiempo pero reservando un gran tesoro.
Se decía que muchos de los antiguos moradores de viejas casonas cuya fortuna sobrepasaba fácilmente los miles de monedas de oro, solían esconderlas enterradas para ello buscaban el lugar más inimaginario para hacerlo, es decir que no tuviese un uso común de meter mano por los humanos y que mejor que debajo de la lumbre abajo, muy abajo casi en el cimiento donde se dice permanecían muchos años tanto como el dueño los pudiera ocupar.
En esos sitios se reservaron muchas de esas historias y no fueron pocas las ocasiones en que resultó cierto, porque el sitio era más que perfecto para guardar la reserva de dinero.
Lo cierto, lo especial lo vivido por muchos de los que ahora pintan canas o bien ya tienen mejor vida por haber cruzado el umbral de la inmortalidad, es que en dichos lugares se cocino, se dejó reservado un recuerdo, una imagen, una fiesta una abuela cocinando entre la leña entre el humo, entre los mejores momentos de vidas antes de la tecnología que para muchos es añoranza pura y dicen fueron mejores tiempos que los de hoy…

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