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DE LA CONCLUSIÓN DE LA GUERRA CRISTERA

(NP).- De cómo se resolvió finalmente el conflicto armado denominado Guerra Cristera, sin duda alguna fue un ir venir de pláticas entre funcionarios del gobierno de Portes Gil y la iglesia y finalmente se logró concluir dicho conflicto en 1929.
La historia del fin del conflicto armado.
Al llegar a la presidencia de la república Emilio Portes Gil, comenzó una larga negociación, en la que participó como mediador el recién llegado embajador estadounidense Dwight Morrow.
Por su parte, la Santa Sede designó al todavía obispo de Tabasco, Pascual Díaz Barreto, como secretario del Comité Episcopal nombrandolo «intermediario oficial» para solucionar el conflicto Iglesia-Estado. Junto con el delegado apostólico señor Leopoldo Ruiz y Flores, se entrevistaron con el presidente, Lic. Emilio Portes Gil, para llegar a un acuerdo el 21 de junio de 1929 sobre la cuestión religiosa.
Entrevista de los jefes cristeros y el jefe de operaciones militares del Estado de Colima el 21 de junio de 1929.
Se logró un acuerdo de amnistía general para todos los levantados en armas que quisieran rendirse. Se acordó devolver las casas curales y episcopales, y evitar mayores confrontaciones en lo sucesivo.
Sin embargo, para ese entonces existía una profunda división en el seno de la Iglesia en México; la fractura afectaba desde la cúpula episcopal hasta los laicos. Entre los obispos, la mayoría estaba a favor de un acuerdo con el gobierno, pero había tres, muy combativos, opuestos al acuerdo.
El más decidido de los obispos en contra del acuerdo fue monseñor Leopoldo Lara y Torres, obispo de Tacámbaro en Michoacán. En el otro extremo, presionando para que se lograra un acuerdo con el gobierno, se encontraban los obispos de la Ciudad de México José Mora y del Río y de Tabasco Pascual Díaz Barreto S.J.
Periódicos pertenecientes a la gran prensa, se ven bruscamente obligados a entrar al cauce oficial. Tal es el caso de Excélsior.
En el Excélsior de 1929, se opuso abiertamente a la política gubernamental en materia religiosa, a tal grado de publicar una verdadera apología del movimiento cristero.
Ante los ojos de Calles, Rodrigo de Llano, director desde 1924, resultó responsable de esta política editorial antigobernista, por lo que en 1929, con fondos del gobierno federal y a nombre del empresario regiomontano Federico T. de Lachica, adquirió el periódico y puso fin a las protestas contra los Acuerdos de 1929 firmados por Portes Gil y el Obispo Pascual Díaz.
Más importantes, acaso, que las divisiones fueron las consecuencias que el conflicto y el desempeño de los laicos católicos vinculados a la Liga tuvieron para marcar el futuro de las relaciones entre laicos y obispos en el seno de la Iglesia católica en México.
Como consecuencia de la ruptura entre la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa y los obispos mexicanos, estos últimos desarrollaron una política de creciente centralización y control de las actividades de los laicos católicos mexicanos por medio de la Acción Católica Mexicana.
De hecho, un importante sector católico antiliberal tanto seglar como clerical, abogaba por la causa carlista y la consiguiente reintegración de México en la Monarquía española.
Estos últimos no defendían la libertad religiosa, sino la unidad católica. Solían rezar una Oración por la Hispanidad y cantar un himno en honor a Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe cuyo tono musical es el de la Marcha Real.
En todo caso, la Liga y la mayoría de los efectivos de los ejércitos cristeros no aceptaron el acuerdo, así que estimaciones de personajes cercanos a la Liga señalan que de unas 50,000 personas involucradas directas o indirectamente en las acciones militares, solo 14,000 depusieron las armas, aunque estas cifras han sido motivo de debate.
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