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viernes, abril 26, 2024
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EL TRADICIONAL COLEADERO DE SANTA ELENA, O LO QUE ES LO MISMO LA COMIDA ENTRE AMIGOS

Cuenta la leyenda que hace muchos años en el camino a Santa Elena hoy circulado por los muchos jugadores de fútbol para ir a los campos de la Forestal, se tuvo visita de miles y miles de personas para poder llegar temprano el último domingo de feria para ocupar un lugar en lo que se bautizó como el coleadero, esa suerte charra en la cual pocos en verdad entraban al Lienzo del mismo nombre pero cuyo desprendimiento en la frase popular ocupó un lugar importantísimo para quienes estaban dentro de esas tradiciones de reunirse en familia justo en ese lugar.
La gente comenzaba a llegar desde muy temprano y las cosas no eran muy diferentes a lo que es ahora, porque para los madrugadores a quienes les tocaba llevar las cosas para «apartar» lugar en dicho camino, era una misión verdaderamente imposible, ya desde las 9 de la mañana el puentecito de ese entonces estaba lleno de carros, de gente, de pobladores cuya meta final era llegar a este espacio y entonces adueñarse por todo un día de ese hermoso lugar.
Circundado por verdes plantíos y por una gran cantidad de flora existente a la vista de todos y respetada por todos, los laguenses llegaban con sus vasijas llenas de todo, desde los muy mexicanos frijolitos de la olla, pasando por el mole de arroz o poblado, hasta la suculenta y bien preparada y condimentada carne para asar era cuestión de los recursos, pero lo importante era ir a comer al coleadero.
Entonces los ya citadinos pobladores se vestían a la vieja usanza como sombrero algunos de estilo charro, otros más con simple tejana y los muchos en su mayoría con gorros de todo tipo lo importante era demostrar que se estaba a tono con la fecha.
Y la llegada conforme pasaban los horas era mucho más complicada porque los entonces laguenses buenos para convivir y con beber, se las ingeniaban para poner columpios, sillas, y toda clase de campirana diversión en donde pudiesen los niños pasarla bien, y por ello la mañana alcanzaba para tener tiempo de acomodar todo incluyendo desde luego los tradicionales braseros infaltables para calentar la comida o bien los imprevistos fogones con ladrillos o piedras todo en armonía perfecta para estar a tono con la comida cuyo inicio era tempranito con las botanas y la cerveza y conforme el día iba madurando se les daba a ellos a los laguenses la apertura a ese buen sentimiento de la amistad o la enemistad dependiendo de cuanto se tomaran o dependiendo igualmente de la educación, porque conforme se terminaba conviviendo con los de a lado en buen lid, igual se terminaba discutiendo y hasta golpes por cualquier tontería.
El vetusto lienzo en su interior tenía poca gente, los participantes y sus familias y a veces ni ellas porque muchos preferían el sabor popular de recorrer parte del camino con los famosos periquitos detrás de ellos, con la gente de un lado hacia otro buscando todo y buscando nada, solo por el hecho de ver quien estaba quien había acudido quien había faltado, el día transcurría entre los gritos de los vendedores de cerveza y los asustados padres de algún despistado niño perdido cuya osadía de caminar sin sentido terminaba por perderlo entre ese mundo de gente, para muchos cuya tradición no era conocida no le encontraban sentido el ir y venir de esa manera, para otros era cuestión de agarrarle el modo, en cierto punto del día llegaba la hora de la bohemia en donde el clásico palomazo daba gusto a los muchos aficionados al canto, otros más con recursos ya entrada la tarde mandaban traer un mariachi y los más escandalosos la banda todo dentro de un sinfín de cosas que se veían solo ese día solo en ese lugar y luego el regreso.
Llegada la noche justo entre las seis y la siete, muchos de los precavidos comenzaban a regresar, sus cosas a las bolsas y las bolsas amarradas a los hombros, no era desconocido llevar algunos elotes que curiosamente habían ido a parar a sus pertenencias para luego ser bien preparados en casa, y el paso del puente nuevamente era todo un reto, las filas de gente y de carros era cuestión de horas, pero nadie esperaba nada, todos mundo sabía que tendrían que pasar, y todo mundo había cumplido con una de las tradiciones más originales de Lagos de Moreno como lo era el coleadero en Santa Elena traducido en día de campo, cuya afición ha disminuido notablemente y de aquellos grandes tumultos de gente disfrutando el fin de las fiestas de agosto es ya mucho más el recuerdo que la vivencia de la tradición, que tiempos señor don Simón.

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