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lunes, noviembre 25, 2024
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DEVELACIÓN DE LA ESCULTURA DE PEDRO MORENO MAESTRO OSCAR GONZÁLEZ AZUELA

 

(NP).- Como todo internauta navegando aquí y más allá me encontré con un magnífico escrito que hace memoria de la Develación de la Escultura de Don Pedro Moreno, escritura del Maestro Oscar González Azuela.
De este interesante escrito hacemos eco ya que nos ilustra sobre esta escultura de cómo fue traída a Lagos de Moreno, por mandato de quien y quienes intervinieron desde su traslado e instalación.
El cual titula “A Setenta Años de la Develación de la Escultura de Don Pedro Moreno”.
Eran las Fiestas de Agosto de 1951 cuando fue develada la monumental escultura de don Pedro Moreno como un regalo para el municipio de Lagos de Moreno, Jalisco, por parte del Presidente Miguel Alemán, a nombre de quien mi padre Antonio González Cárdenas asistió a su entrega.
El principio de esta historia viene del padre Agustín Rivera a quien correspondió el rescate del héroe principalmente a través de su obra: “Viaje a las ruinas del fuerte del Sombrero”, editada en 1875, quien escribió:
«La muerte de los héroes no es entre las cataplasmas y los quejidos de la debilidad, sino entre las rocas del campo, o rodeados de la luz del cadalso. La muerte de Moreno no pide llantos mujeriles, ni cipreses funerarios, sino cien cañonazos, el sonido de las trompetas de la patria, y una columna de mármol mexicano, coronada con la estatua del héroe, y con esta inscripción: MORENO / Defensor del Sombrero / Degollado por la patria / 1817. La estatua debe representar al caudillo en paños menores, y blandiendo la espada, en la actitud que tuvo en su último combate».
Su fervor por la figura de Moreno lo transmitió a su sobrino político, el doctor Mariano Azuela quien le prometió ver por la concreción de una estatua digna del héroe, para lo cual Rivera puso en sus manos la maqueta que se había hecho años antes. Azuela guardó la maqueta con la esperanza de mejores tiempos combinados con la fortuna.
Para 1935, sesenta años después de la aparición de la obra del doctor Rivera, Azuela viajó a El Sombrero, tomó datos y escribió una biografía novelada sobre la vida del mismo héroe; la visión, ya no del historiador, sino del novelista, quien pinta con sensibilidad artística la muerte de Moreno que enfrentaba en soledad a un grupo de soldados realistas que, incapaces de rendirle, terminan disparándole en la cabeza que luego cercenarán:
«Sobre la miseria y la bancarrota de las cosas, el espíritu soberano realiza íntegra su tragedia. Comprende que llegó su hora y da dos pasos al frente. Los que ambicionaron la gloria de cogerlo vivo se encuentran con una hoja de acero resplandeciente al sol, que comienza a dorar las peñas. Todo fue como un relámpago: una nube roja que le fulgura los ojos; que es ocaso y es aurora».
Los mejores tiempos y la fortuna se dieron para Azuela cuando su yerno –mi padre–, gran enamorado de Lagos, hizo eco de la petición a su amigo, el presidente Miguel Alemán, quien ordenó la elaboración del monumento para el pueblo de Lagos, mismo que estuvo a cargo del escultor Salvador Moreno.
Mariano Azuela hizo una reedición de aquella biografía donando los fondos de su venta para juntarlos con los de la suscripción popular que fueron administrados por don Abraham Vega Aranda para la elaboración de la base del monumento que fue diseñada por otro yerno de Azuela, mi querido tío Mario Santos Oliva. El monumento fue llevado a Lagos por mi padrino don José Castro Cisneros y una grúa de Pemex se encargó de su instalación como lo narra la maestra María Soiné de Helguera en carta informativa al doctor Azuela.
Finalmente, para las fiestas de agosto de 1951, en su último viaje a Lagos, seis meses antes de su muerte, el doctor Mariano Azuela, se trasladó para la develación solemne del monumento con el que cumplía aquella lejana promesa.
La maqueta del monumento se la regaló Azuela en agradecimiento a mi padre, quedando en la biblioteca de la casa; cuando mi tío Antonio Azuela hizo su “Cuarto del homenaje” para mi abuelo, mi madre se la entregó. Luego de que mi tío donara a la Biblioteca Nacional el fondo de mi abuelo, al visitarle se la solicité de regreso en varias ocasiones, a lo que finalmente accedió antes de dejar la Ciudad de México para ir a residir a su amada Tebanca, a la orilla de la laguna de Catemaco, lugar en el que murió.
Hoy, la maqueta de la estatua de don Pedro Moreno es tesoro que guardo como parte de esos eslabones familiares que nos comprometen en nuestro amor y compromiso con Lagos de Moreno así como al respeto heredado por la figura de don Pedro Moreno.

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