(N.P.).- Llena de amargura pasó sus últimos días Libradita, quien nació en San Juan de los Lagos y se meció en cuna dorada, pues su familia vivía con el desahogo que le permitían sus cuantiosos bienes.
Muy joven casó con un hombre mucho mayor que ella, y además sordo mudo, aunque también era persona adinerada, procrearon hijas e hijos que fueron: J. Guadalupe; Moisés, y José de apellido Pérez tocante a las hijas será impertinente mencionarlas pues: A LA MANERA DE LA MUJER HONRADA, NO TUVIERON HISTORIA, NUNCA LES PASO NADA (A. Nervo)
Pero los ya citados hombres fueron muy populares, por sus dislates unos, otros por su singular proceder en su niñez perdieron a su señor padre que mudo y todo llevaba con mano firme el timón a las finanzas.
Cuando el papá de los Pérez Salcedo conoció que la última hora estaba cerca, nombró como albacea de sus bienes a un sacerdote, tomando en cuenta que la mayoría de sus hijos eran menores de edad. Según versiones de quienes los conocieron dichos bienes eran cuantiosos, pero todo se acaba si está mal administrado, por lo que el día menos pensado, el albacea les hizo las cuentas del gran capitán y los Pérez Salcedo se hallaron en medio de la calle. Por tal motivo no podían seguir viviendo como vergonzantes donde habían sido señores, y fijaron su residencia en Lagos, en las ruinas de la casa que fue de los capellanes de las monjas Capuchinas, que ahora conocemos como casa de don Agustín Rivera. Los tres Pérez Salcedo eran ex seminaristas don Lupe era tranquilo y fiel observante de los dogmas católicos y gustaba de filosofar sobre la mudanza de la fortuna. Moisés amenazado por mal que le trató la vida se embebió en las doctrinas de Marx, Lenin y José tiró a la milonga.
Al principio traía ropa de buena calidad y algo de dinero, por lo que fue recibido por los adoradores de Baco, no como uno más sino como un miembro distinguido y de número del alcohólico grupo en cualquier discusión la voz de José era oída con respeto y su falla inapelable (roma locura causa finita) pero al terminásele el poco dinero que traía y la ropa decorosa, bajo su prestigio y fue un borracho más de los peores tugurios de Lagos aunque el jamás perdió la dignidad. Y tenía que ser invitado aunque se estuviera muriendo de la cruda, y con palabras dignas agradecía a quien le invitaba una copa o la botella.
Gustaba mucho de cantar con buena voz, una canción de esa época que se llamó: LAS CUATRO MILPAS. Tonada alteña que cantó todo México, tal vez recordaba sus bienes perdidos, al perder gran parte de las piezas dentales, unas por caída, otras por lances de honor, los compañeros catarrines que antes lo admiraban, y que después le perdieron el respeto, le pusieron el Cuatro Muelas, al principio de que le pusieron tal apodo llegó a sostener varias riñas pero al fin aceptó tal sobre nombre.
Ninguno de los tres Pérez Salcedo, trabajó un día de su vida, era Libradita la mamá quien hacía milagros llevando a la mesa algo que comieran, sus buenos para nada hijos. José como dicharachero ganó bien merecida fama y cuando alguien le pisaba los callos respondía con agudeza los improperios recibidos, uno de sus hechos más notables fue el siguiente: allá por 1940 murió un hombre notabilísimo, por lo que a su sepelio ocurrieron miles de laguenses, y entre ellos el Cuatro Muelas muy circunspecto, por cierto tal vez meditando en lo breve que es la vida, y tras de él iba un comerciante de origen humilde quien amasó en pocos años una cuantiosa fortuna por lo que siempre lo seguían una bola de coleros que festejaba los chistes que dicho personaje decía, o las injurias que a las personas de pocos recursos les hacía. El día que nos ocupa a tal hombre empezó a molestar al Cuatro Muelas, ya la tiraba piedrecillas o bien le estiraba las tirlangas de su desgastada ropa, el Cuatro Muelas hacía como que no se daba cuenta de ello por más que las ofensas subían de tono una persona del cortejo se acercó al ofendido y algo le dijo en voz baja, al Cuatro Muelas que se le iluminó el semblante, por tales confidencias y su interlocutor se perdió en el mar de gente, los festivos acompañante del jocoso comerciante arreciaban el acoso al Cuatro Muelas al llegar a un montículo donde había unas tapias de adobe, el ofendido borrachín subió a las ruinas y con voz de trueno pidió la atención de los curiosos que iban en el cortejo fúnebre, todos creían que el Cuatro Muelas iba hablar acerca de las virtudes que adornaron la vida del personaje que iban a inhumar por lo que quienes rezaban suspendieron los rezos y quienes jugaban dejaron sus diversiones José con palabras apropiadas dijo: Señores señores pido su atención para hacer de su conocimiento de los que no sepan que en estas tapias estuvo la choza donde vino al mundo cayendo de una garra de petate el ilustre y ahora riquísimo Don FULANO DE TAL, claro que la mayor parte de los del fúnebre cortejo, siguieron caminando cuando se dieron cuenta de lo que se trataba la arenga, del Cuatro Muelas.
En cuanto al afectado tuvieron que detenerlo sus secuaces para que no matara al improvisado orador, quien se bajó de la terregosa tribuna muerto de gusto al ver la rabieta, que hizo el antes jocoso ricachón.
Leímos hace años en una fábula de Jupiter un día que no tenía nada que hacer con una varita, de oro molestó a un humilde escarabajo, indignado el bicho hizo una bolita, de la sucia materia en que diario está inmerso y la arrojó a la cara del Dios, y añade el fabulista que no debe el poderoso de humillar los indefensos, que por más insignificante vil y bajo le faltará siquiera una bolita para vengarse…