(NP).- En la Segunda Guerra Mundial hubo muchos personajes que escribieron su propia historia y que a través de los años se hicieron leyendas, está el caso de Schindler quien salvo a muchos judíos de ir a los campos de concentración, la historia que hoy nos ocupa es la de una mujer comadrona que salvo a miles de niños de ir al exterminio.
Quien fue Stanislawa Leszczynska.
En el campo de concentración de Auschwitz, el epicentro del exterminio nazi, una prisionera dio vida a 3.000 recién nacidos.
Era la comadrona que traía al mundo a los hijos de los presos entre los sucios barracones.
Se llamaba Stanislawa Leszczynska, pero todos la llamaban ‘MADRE’, con mayúscula. Porque, en parte, esos miles de hijos eran también suyos. Esta es la historia de la mujer que trajo la vida a la ciudad de la muerte.
«3.000 niños nacieron en las peores condiciones imaginables, pero todos sobrevivieron mientras ella los cuidó».
Muchos de los niños que Stanislawa trajo al mundo fueron eliminados. Otros tuvieron la suerte de terminar en un orfanato, y estos crecieron con una pequeña marca en el antebrazo. No sabían que ese tatuaje era obra de Stanislawa, ni que era la única manera para reencontrarse con sus madres.
Antes de ser prisionera, Stanislawa era una comadrona polaca que recorría kilómetros para ayudar a las madres a dar a luz.
En 1943 fue capturada por el ejército alemán y llevada a Auschwitz, donde siguió con su trabajo en condiciones que nunca imaginó.
No había en Auschwitz una sola concesión para los prisioneros, y por tanto no había antisépticos, ropa limpia ni herramientas básicas para dar a luz.
Stanislawa reservó la zona más cercana a la estufa en el barracón de los enfermos, donde se construyó su pequeña sala de partos.
La ‘Madre de todos’ jugaba siempre con una sola carta: las madres debían recuperarse rápido del parto, de lo contrario, irían a la cámara de gas.
«Todas las madres la llamaban ‘Madre’, con mayúscula»
El reto verdadero no era salvar a las madres, sino a sus hijos. Los partos de Stanislawa eran un éxito, pero los nazis no tenían ningún interés en que así fuera.
En un campo de trabajo, los bebés son una carga. Así que las autoridades del campo pidieron a Stanislawa que se llevará a todo recién nacido y lo ahogara en un barril.
Arriesgando su propia vida, Stanislawa se negó a matar a los bebés.
Los nazis encargaron esa horrible labor a la Hermana Klara, una alemana que había sido encarcelada anteriormente por infanticidio. Klara, junto con una prostituta llamada Pfani, se encargó de ahogar a unos 1.000 recién nacidos en Auschwitz. Lo más normal en Auschwitz era morir de una manera u otra, pero Stanislawa continuó con su sublevación por la vida.
«Empezó a marcar a los bebés de ‘raza aria’ con un pequeño tatuaje en el antebrazo»
La ‘Madre’ de Auschwitz organizó un sistema para que las mujeres sanas amamantaran a los hijos de las madres enfermas, o de las que estaban demasiado desnutridas para dar leche.
También pidió a las madres que sacrificaran su ración de pan varias semanas antes de tener al niño, para obtener a cambio sábanas que harían de pañales.
Porque, cuando no había sábanas, los envolvían en papel sucio.
Pronto Stanislawa realizó un esfuerzo aún mayor: tatuar a los recién nacidos como única garantía de que sus madres los volverían a ver.
Los nazis dejaron de matar en 1943 a los niños que nacían en el campo, siempre que tuvieran los rasgos de la ‘raza aria’.
Su nueva política fue simplemente separarlos de su madre y enviarlos a algún orfanato, donde muchos serían adoptados por familias alemanas.
Stanislawa empezó a marcar a los bebés que eran blancos, rubios y con ojos azules, con un pequeño tatuaje, apenas perceptible, en el antebrazo.
Gracias a los tatuajes, las madres que sobrevivieran al exterminio podrían buscar y distinguir a cientos de hijos extraviados, que quizá se criaron en una familia alemana mientras se preguntaban qué significaba aquella extraña marca.
Stanislawa sobrevivió a Auschwitz y, tras la liberación del campo en 1945, se reunió con sus tres hijos biológicos.
La mujer a la que todos conocían como Madre fue, en realidad, madre de miles de niños que nacieron en el peor lugar del mundo donde se puede nacer.
Stanislawa fue, sin duda, la gran comadrona de Auschwitz y una de las pocas que mantenía viva la esperanza.
En sus manos nunca murió ninguno de los más de 3.000 bebés que trajo al mundo.
Fuente: Página Leyendas y Mitos.