Hace 375 años que se instituyó en la Villa de Santa María de los Lagos, la celebración del 3 de Mayo en honor de la Santa Cruz. Así lo consignaron en las páginas de la revista que editaron en nuestra ciudad, con el nombre de: «La Cruz», en el año de 1884.
En dicha publicación, que cita -Don Alfonso de Alba Martín en su libro: «Entonces y ahora», se publicó en el mes de abril, – el día 3 un documento antiguo, en el que se asentó que el 3 de Abril de 1616, los vecinos de la Villa – La MAYOR PARTE- tomaron la mano en nombre de los demás vecinos que entre ellos se ha tratado y conferido que se celebre de aquí en adelante la fiesta de la Santa Cruz del mes de mayo, y que para la fiesta que viene del mes de mayo, se haga una compañía y soldadezca y otras fiestas y regocijos, como se hace y celebra en muchas partes de estos reinos.
Con lo que ya demostraron se puede asegurar, que después de la jura de Santa Catarina, como patrona de la ciudad, la festividad más antigua, es la de la Santa Cruz, a este santo signo, que es el árbol de la cruz donde Cristo murió por la salvación del género humano; siempre los cristianos lo han venerado, con mucho respeto, en cualquier momento de peligro, con los dedos pulgar e índice forma la cruz, lo mismo para librarme de las acechanzas de satanás que para salir avante de algún peligro, curiosamente muchos usos y costumbres se han ido perdiendo, todavía hace unas décadas adoraban la Santa Cruz, casi en todas las casas de los barrios y en algunas del centro y la ponían en sitios visibles para que los viandantes se santiguaran ante ella. Los adornos consistían en ondas de papel picado, cadenas con eslabones de papel de china y los morados jilotes, que también adornaban el altar de la Virgen de los Dolores en su día.
En algunas casas regalaban agua fresca, después de haber rezado el rosario pero no el que se reza a la virgen, el de la Santa Cruz era muy diferente, sus oraciones, eran a base de santiguarse, y decir «Jesús María y José cien veces».
Extrañamente en nuestra católica ciudad, solamente hay una cruz que llaman «Atriales», esta se encuentra frente al Templo del Calvario y en ningún otro atrio las ha habido, en cambio en todas las ahora ciudades se conserva esas veneradas reliquias de las que hay más que una anécdota, se cuenta de la que estuvo del atrio del templo del primitivo templo de Santa Catarina, en la antigua ciudad de México, que era de madera y sin ningún adorno, por lo que un vecino se entristecía, pensando que las de otros atrios eran de hierro forjado, de muy galana hechura, un día habló con el cura de dicho templo sobre de este particular, y externó su propósito de mandar hacer una que fuera orgullo de la feligresía de Santa Catarina, el cura dio su anuencia para que cumpliera su santo deseo el católico hombre fue con un usurero y consiguió dinero a réditos para pagar al herrero que ya estaba haciendo la cruz Atrial, la bendición y colocación de la Santa Cruz fue solemnísima, todos admiraban el trabajo que nimiamente ejecutó el herrero del barrio y el devoto hombre que pagó los gastos se sentía realizado y no cabía en su pellejo de gusto, pasaron dos o tres años sin que el pobre hombre pudiera pagar su deuda, lo que dio pie para que el agiotista lo visitara en no muy cordiales términos, le dio un mes de plazo para pagar el dinero adeudado, o para que desocupara la casa. En el rostro del deudor no se vio el menos signo de tristeza, contestó sonriente que todo se arreglaría primero Dios, no tenía parientes ni lugar para donde dirigir sus pasos por lo que tomó una drástica determinación recordando la máxima: «Para grandes males mayores remedios», subió a la torre del templo de Santa Catarina contempló de las alturas el humilde sepulcro donde dormía el sueño del Señor, la que durante 50 años fue su esposa, hizo la señal de la cruz y se lanzó al vació derecho donde estaba la cruz Atrial, minutos hombre el sacristán avisó al señor cura que el piadoso hombre estaba muerto en los brazos de la Santa Cruz, los que para recibirle se cerraron formando una especie de amoroso nido…
CRÓNICAS DE AYER Y HOY POR JESÚS MARTÍNEZ RAMÍREZ, RE EDICIÓN DE COLECCIÓN
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