Hubo en Lagos allá por los años 30´s varios locos que deambulaban en las calles en busca de alimento, pues todos ellos eran pobres y tenían que pedir a los transeúntes y a los que vendían fritangas en las calles.
Los más populares de esos años fueron «El Loco» Pedro y «El Chicho» y su señora madre a la que le decían «La Chicha» aunque su nombre de pila fue María vivían estos orates por la calle Pino Suárez, (ahora Dr. Camarena, casi en el crucero con la Emiliano Zapata).
Chicho en sus ratos de ocio que eran pocos -como ya se dijo siempre andaban pordioseando- se ponía en mitad de la calle -que entonces era arroyo- a matar las innumerables pulgas de sus muchas perras que tenía. La más consentida de todas era la que llamaban «Cupina» a esta dedicaba más tiempo llenándola de mimos, siempre que ladraba la Cupina salían un sinfín de perros y perras en apoyo de quien debería de ser su capitana.
¡Hay! de que que la amenazara si alguien lo hacía Chicho tomaba la defensa de su canina tribu y luchaba a pedradas con quien fuera.
En ese mismo tiempo vivían en el callejón que está cerca del lugar señalado un Hombrazo llamado Modesto, que nada tenía de modestia siempre usaba camisas de colores, «chillantes» y con amplias mangas sujetas a sus brazos por sendas ligas, overol de mezclilla a rayas, zapatos que decían MINEROS y sombrero tejano, siempre andaba con un organillo de boca, tocando la tonada de la canción la Paloma Mensajera, excepto cuando estaba midiendo el pulque pues era pulquero y su pulquería se llamaba: «Las Glorias de Modesto», estuvo situada en esos vericuetos que ya solo existen en el recuerdo de los viejos. Un mal día iba Modesto tocando alegremente su armónica y al pasar junto a la casa de los Chicho, estaba la Chicha tomando el sol cono el más consentido de sus cachorritos en su regazo haciéndole mil caricias, la perra estaba con sus ojos vigilantes, y al descubrir a Modesto que iba llegando a sus dominios, se le fueron en plan de ataque como cuatro famélicas perras capitaneadas por la ya citada Cubina. Modesto sin dejar de tocar su armómica la amenazo con la punta de su zapato minero, logrando alcanzarla en un cuarto trasero, esto hizo a la flaca perra dar de aullidos que fueron la voz de alarma para que todo el clan perruno se lanzara al ataque, Chicho que andaba adentro de su casa haciendo no se que necesidad fisiológica oyó los gritos de su señora madre pidiendo su asistencia, salió hecho un energúmeno con un par de piedras para tirarlas al Modesto el cual andaba fatigadísimo y todo mordido pues era imposible salir ileso de un ataque de tanto perruno, la armónica rodó por los suelos y un paliacate rojo que ese día había estrenada el acaudalado y farolón pulquero, lo traían los canes haciéndolo tiras como botín ganado en justa guerra. Cuando vió Modesto que el loco Chicho iba a atacarlo, tomó una de las perras más cercanas y sin importarle las mordidas que las otras le daban pues ya andaba tinto en su sangre, la agarró de las patas traseras y con todas su fuerzas que no eran pocas la estrelló en la cabeza del orate, el que ya le había lanzado las piedras y quería darle de manotazos, fue tal el perrazo que recibió chico en la cabeza, que cayó como pesado tronco echando sangre por la boca y nariz Modesto siguió dando perrazos en el suelo hasta que la infortunada Cupina quedó muerta, al morir la capitana la horda canina huyó en desvandada.
La loca Chicha se volvió más loca, y no sabía que hacer si levantar a su hijo o reanimar a la ya difunta Cupina a la que ella creía desmayada.
Modesto con el pantalón hecho girones y las manos llenas de sangre aprovechó la confusión levantó lo que quedaba de rojo paliacate lo enredó en su cuello, luego recogió su armónica la examinó le dio unos golpecitos con su mano y empezó a tocar, aunque con algunas fallas la tonadilla de la Paloma Mensajera…