(Daños colaterales de COVID-19)
Y no por falta de amor, sino por falta de paciencia, de preparación y herramientas pedagógicas. Se me olvida que es una niña de 3 años que aunque ya distingue los colores, las formas, e incluso los números, sigue siendo solo una niña, que sale de la línea al colorear y que si ella quiere le pinta la cara de color morado a un niño aunque “yo crea” que debe de ir en color -carne-.
Como en el boxeo, me gusta platicar las buenas y no las malas experiencias. Intento ser muy positiva pero en momentos de profunda frustración como en esta mañana, no encuentro lo positivo de levantar a mi niña de 3 años de su profundo sueño para tomar clases en plataformas digitales para luego jugar a la escuelita en casa. Me esfuerzo mucho, pero lejos de ser una maestra me convierto en Tronchatoro, y sé que el proceso de aprendizaje que ella recordará por parte de su mamá será traumático y estresante.
La amo con todo mi ser, ella me enseñó el amor incondicional, sincero y eterno al ser madre.
Anny es tan increíble y verla llorar por mis exigencias y falta de tacto me parte el alma. Y sé que su noble y dulce corazón me perdona en el instante en que le pido disculpas, pero yo soy incapaz de perdonarme a mi misma por tan poca paciencia para con ella.
No tengo problema en enseñarle a amar a una mascota, a tener compasión por los más necesitados. Ella sabe dar y sabe amar, me encanta enseñarle el valor del esfuerzo y el trabajo, le enseño a amar a Dios y a su familia (aún aquella que no es de sangre).
Me gusta llevarla al campo y que corra entre los surcos del sorgo, le enseñé a brincar en los chacos que la lluvia deja y a buscar el arcoíris entre el sol y la lluvia.
Sabe porciones bíblicas que la sostendrán en los días más difíciles; le enseñe su nombre completo y el de sus padres por si un día se pierde (ojalá nunca sea necesario).
Le hemos enseñado que sus juguetes son su responsabilidad y por eso debe cuidarlos y recogerlos. Le he enseñado que ella es ejemplo de su hermano, pero se me ha olvidado que yo soy ejemplo de ella. Y no quiero ser ejemplo de ella. No a base de regaños, gritos e impaciencia. No quiero que vea en mí a alguien que no sabe dominarse a la hora de enseñar el 1-2-3-4-5, o el a-b-c-d-e.
Nadie me ha enseñado a hacerlo, no sabía que era tan difícil, no sabía lo poco que valoramos el amor y la vocación de nuestros maestros.
Me declaro incompetente. Y no por falta de amor.