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ALFREDO CARRASCO CANDIL COMPOSITOR DE MÚSICA SACRA

(NP).- El 4 de mayo de 1875 nació en Culiacán Sinaloa, el músico y compositor Alfredo Carrasco Candil. A los cuatro años de edad se estableció con su familia en Guadalajara, en donde ingresó, en 1887, al orfanato del Sagrado Corazón de Jesús, actual Instituto Luis Silva.
En ese lugar comenzó su formación musical bajo la guía del flautista Andrés Tenorio, quien le enseñó solfeo, clarinete y piano, y en cuya orquesta de alumnos tomó parte hasta 1896.
Realizó sus estudios de órgano con Francisco Godínez, maestro de capilla de la Catedral de Guadalajara y profesor de música en varias escuelas parroquiales de la capital jalisciense y en el propio orfanato.
Desde 1897 Carrasco fue organista en diversos templos de Guadalajara y pianista en la orquesta de Diego Altamirano. Fue nombrado organista segundo de la catedral tapatía en 1899, donde más tarde fue profesor de canto llano en el Colegio de Infantes.
La primera composición que realizó Alfredo Carrasco, a los 12 años, fue «María», mazurca para piano, dedicada a su mecenas, la señora María F. de Castiello.
Su segunda composición fue «Dolores», mazurca para piano, dedicada a su madre en su cumpleaños; en Guadalajara, en marzo de 1891, según aparece en la partitura.
Su tercera composición es otra obra para piano denominada «Fantasía». La cuarta composición, en 1893, es también una mazurca, «¡Sin verte¡ «que en la dedicatoria dice: «A mi madre.” Posteriormente, en 1896, compuso las mazurcas I a IX de las cuales, la número V está extraviada.
Fue miembro fundador del Ateneo Jalisciense en 1902, y en ese mismo año obtuvo la medalla de oro en el concurso musical de la Exposición Regional Jalisciense.
En 1904 obtuvo el premio único en la celebración quincuagenaria de la declaración dogmática de la Concepción Inmaculada de María, con la obra «Ave María Stella».
En 1913 fue director y fundador de la Sociedad Artística de Aficionados. De 1900 a 1918 se empleó como profesor de piano de familias aristócratas y colegios privados. En junio de 1918 se estableció en la ciudad de México, donde continuó su labor pedagógica musical dando clases en la Escuela Nacional de Ciegos (piano: 1920-1924); la Escuela Industrial de Huérfanos (solfeo: 1920-1933); la Escuela Nacional Preparatoria (pianista acompañante: 1921-1922); la Dirección General de Cultura Estética del Departamento de Bellas Artes de la SEP (solfeo, canto coral y pianista acompañante: 1922-1926) y la Escuela Popular Nocturna de Música (piano: 1926-1934).
Trabajó también en el Departamento Prendario del Nacional Monte de Piedad, en la ventanilla de Instrumentos Musicales, desde 1933 y hasta poco antes de fallecer.
Obtuvo el primer lugar en el concurso convocado por el diario El Universal y por la Secretaría de la Defensa Nacional (1943), para crear una Marcha nacional de las reservas con motivo del ingreso de México en la Segunda Guerra Mundial. En este concurso obtuvo diploma, medalla de oro y mil pesos en efectivo. Este reconocimiento lo obtuvo dos años antes de su muerte.
Le tocó vivir de lleno en el México afrancesado de don Porfirio Díaz, el de los tiempos de esplendor del vals y la canción romántica. Pero también vivió el México costumbrista, el de los aires nacionales y las canciones populares de principios del siglo XX.
Del maestro Carrasco se expresan con admiración músicos e historiadores. En el libro Vida musical en Guadalajara, escrito por Amalia García de León, se considera que la obra de Carrasco puede dividirse en tres etapas. La primera, se inicia con sus estudios de órgano, bajo la tutela de Francisco Godínez, maestro de capilla en la Catedral de Guadalajara. La segunda, se establece a partir del 15 de agosto de 1910, fecha del estreno en Guadalajara de su obra de teatro La Judá.
La tercera etapa se inicia en 1943, época en la que se estrenó su Gran misa de réquiem en el Sagrario Metropolitano, en la ciudad de México. En su primera etapa, el romanticismo mexicano está presente en su obra, imprimiéndole su estilo personal con un toque de melancolía que se convierte en esperanza. A esta etapa pertenece su popular «Adiós».
El «Adiós de Carrasco» se convirtió en un tributo al romanticismo, como lo fueron muchas de sus obras para piano y canto. Su repertorio es muy variado. Compuso valses, polkas, mazurcas, danzas, misas, motetes, meditaciones, música para obras de teatro, una ópera, nocturnos, tarantelas y marchas militares.
Sus escritos musicales son testimonio fiel del periodo de transición más importante en la historia de la música de concierto, el fin del romanticismo y el inicio del nacionalismo.
Al iniciar el siglo XX, Carrasco vivió los años del movimiento nacionalista en el arte y aunque manifiesta identificarse plenamente con los conceptos tradicionales de la música del romanticismo, compone la Rapsodia Mexicana, obra con claros rasgos nacionalistas.
En 1997, la investigadora Lucero Enríquez editó y publicó las memorias de Carrasco Mis recuerdos (1939), a través del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Dicho trabajo contiene, además, un catálogo de obras, así como numerosas ilustraciones e índices analíticos y constituye la fuente más completa y accesible para aproximarse a la vida y obra del maestro.
Los datos biográficos del maestro Alfredo Carrasco que aparecen en este texto fueron obtenidos gracias a la maestra y concertista Rosa María Valdez Galindo, investigadora especializada en la música y biografía del compositor sinaloense.

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