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viernes, mayo 17, 2024
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EL MEJICO CON J

Es de dar tristeza que los libros de historia sigan enseñándole a los niños que los Estados Unidos de Norteamérica nos robaron más de la mitad del territorio.
La pérdida de los territorios norteños que alguna vez fueron de Méjico, es quizá, la mentira más grande que nos contó la SEP, cuando muy por encima del hombro escuchamos de la guerra del 46.
La intervención militar norteamericana fue una comedia de tres actos para justificarle al mexicano de a pie la venta de medio país. El desenlace de una negociación que había sucedido diez años atrás con Santa Anna apresado en San Jacinto.
Desde la escaramuza en Carricitos hasta la toma de Chapultepec, la acción militar mexicana fue más heroica que acertada y ya ni hablar de inefectiva.
La poca resistencia que se presentó al invasor estubo más a manos del pueblo armado con piedras y machetes que del soldado «profesional».
Con las muy honrosas excepciones de Lucas Balderas y Pedro María Anaya, el cuadro de generales brilló por su ausencia .
Más de 15 mil ciudadanos se enlistaron voluntarios en la ciudad de México para recibir armas y participar en la defensa. En la espera de armas que nunca llegaron habrían de ver entrar triunfantes a los gringos en la capital. No eran más de diez mil.
Para bajar el telón y salir a buscar los aplausos se firmó el tratado de Guadalupe-Hidalgo. Reubicando la frontera con E.U en el Río Bravo (Antes era el Río Nueces) y aceptando de paso la independencia de Texas. La ganancia de México serían 15 mil pesotes para gastos de guerra.
Celedonio Domeco Jaruta, un sacerdote oriundo de Zaragoza. Veterano de la primera guerra carlista y párroco en Veracruz desde 1844, organizó una guerrilla para combatir al invasor luego del ataque a la población civil del puerto de Veracruz. Cuando se ratificó el tratado Lupe-Hidalgo, el 30 de marzo del 48, Domeco Jaruta Radicaba en Lagos de Moreno y la noticia le cayó como agua helada. Así finalmente el día primero de junio de ese mismo año hizo público un plan en el que desconocía el tratado y continuaba en combate.
Al entonces presidente, el muy señorito Joaquín Herrera, no le hizo gracia que unos cuantos revoltosos pusieran en discordia la paz (económica de unos cuantos) y envío a Anastacio Bustamante a sofocarlos.
Menos de dos meses después, el 19 de julio, Jaruta fue capturado y fusilado en La Valenciana .
La suya es la historia de los verdaderos patriotas que mueren olvidados en el afán de preservar las falacias de la historia nacional.

El otro señor Aguirre.

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